Uno, ninguno y cien mil.



¿Qué somos?, ¿Quién somos?

Si nos vemos en el espejo tenemos la creencia que ese reflejo nos identifica, pero estamos proyectados en un vidrio sin alma y nuestra imagen está al revés.
Si nadie nos ve no existimos, porque somos lo que los demás ven en nosotros. Cada individuo que nos observa se convierte en nuestra propia vida, nos multiplicamos o nos restamos con la fuerza de una simple mirada. Existimos en otros ojos, en otras miradas, en otras personas.

La identidad humana es múltiple y cambiante y, por ello, inasible.

Retratar fotográficamente a otra persona es un ejercicio de perseverancia, la cámara es el instrumento delator de la existencia. No queremos ser vistos frente al lente como en realidad somos, entonces nos enmascaramos en una pose, desdoblamos nuestra identidad, huimos de nuestra esencia y nos desvanecemos en la nada. El trabajo del fotógrafo es llegar hasta lo que habita dentro de esa máscara.

El click de la cámara nos convierte en anécdota…como la vida misma, es entonces cuando volvemos a la pregunta inicial.


¿Qué somos?, ¿Quién somos?.

Uno, ninguno y cien mil.
Eso somos.








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