Paul Auster, BLACK... y el azar de las últimas cosas

 


1.

Un teléfono suena tres veces en mitad de la noche. Al otro lado de la línea alguien pregunta por el señor Paul Auster, de la Agencia de Detectives Auster. El señor Quinn le asevera que está equivocado y cuelga.

«Mucho más tarde, cuando pudo pensar en las cosas que le sucedieron, llegaría a la conclusión de que nada era real excepto el azar»


La trilogía de Nueva York fue el primer libro de Paul Auster que leí y desde ese día me cautivó su manera de narrar historias, que siempre ocurren por el azar de las decisiones de sus protagonistas. Todo aquél que ha sido encantado por su prosa, tiene la misma conclusión:

What if...












En el año 2014 empecé a trabajar en pequeñas historias fotográficas que ocurrían dentro de los hospitales, específicamente en el área de pediatría. 

Paralelamente conocí un grupo de niños que vivían en la calle, fui ganándome su confianza hasta que me dejaron entrar en su mundo. Niños abandonados, maltratados en sus casas, que consiguieron refugio en un mundo invisible.

Niños, dos historias absolutamente opuestas. Un niño no escoge enfermarse, pero tampoco escoge una puerta de salida de emergencia huyendo del horror, y si lo hace es por instinto de supervivencia.

Sólo un mínimo de sensibilidad hace falta para que el miedo de una enfermedad infantil terminal se apodere de tu mirada, para que te llenes de rabia y comiences a hacerte preguntas. Un fotógrafo es adicto al menos a dos cosas: la luz y las preguntas.




What if...


Haber conocido a los niños en la calle, empezó por abrirme un mundo desconocido, algo que sabemos que está ahí, pero no lo vemos, no podemos palparlo, escucharlo, acariciarlo. Hasta que abres lo mirado.

Niños con cáncer, desnutrición, mineros del río Guaire, adictos a la heroína. ¿cómo no acabar roto y con los ojos tristes?.

¿Cómo no tratar de treparse por la palabra fe y ser incapaz de alcanzarla?


Casi siete años fotografiando la invisibilidad, eso es mucho tiempo, si pudiésemos medirlo en cantidad de disparos o lágrimas derramadas, los números romperían cualquier récord. 

Una vez que has estado ahí durante tanto tiempo, ya no puedes volver a ser el mismo. Todos los caminos de regreso se han difuminado.









2.

¿Qué hacer con cientos o miles de fotos llenas de dolor, angustia y oscuridad, cómo escapar de las fotos que no te atreviste a hacer pero que te persiguen y se convierten en los monstruos de tu memoria?


El capricho azaroso de Instagram hizo que mi mayor mentor fotográfico me invitara a su casa queriendo ver más del trabajo, con la oferta de una exposición. 


«Algo sucede y, desde el momento en que empieza a suceder, nada puede volver a ser lo mismo»


¿Quién puso en la mesa de trabajo de Roberto Mata el disco de Pearl Jam "TEN"?. Nadie pudo saber mi secreto a la hora de fotografiar los momentos más duros, cuando para concentrarme escuchaba una y otra vez "BLACK" mientras enfocaba y disparaba a una mujer inyectándose heroína en los pies en un hotel de mala muerte. El terror de un veneno atravesando la piel y Eddie Vedder desgarrándose por amor. Heroína y adrenalina, un coctel que puede llegar a ser mortal visto desde el espejo sucio que cuelga del techo.





«Ernesto, ¿qué nombre le ponemos a este trabajo?»

«All the pictures had all been washed in blackTattooed everythingAll the love gone bad, turned my world to blackTattooed all I see, all that I amAll I'll be, yeah»


3.

Todos los medios hablan de un virus mortal.

Me quedé ciego, encerrado y con la sensación de que ya nada podía volver a repetirse. Las cámaras fotográficas cuando se cuelgan para descansar, hacen un ruido similar a la tapa de cemento que cae encima de un ataúd para sellarla. Es un sonido sordo, seco, espeluznante.

Ese tiempo de encierro me dio la capacidad de conseguir hilos conductores a mis trabajos para editarlos, y valiéndome de la técnica de Paul Auster, empecé a armar una historia narrada en tercera, en segunda y en primera persona... lo que vi, lo que sentí y lo que me dejó.



Después se lo entregas a un editor, como quién entrega las llaves del carro a un mecánico esperando un milagro. 

83 fotos pegadas en la pared, ni una más, por respeto al maestro Robert Frank.

El día que expuse fue uno de los momentos más felices de mi vida...el día que la desmonté, uno de los más desoladores, cada foto que iba despegando era como arrancarme mi propia piel, me llené de silencios, lloré desconsoladamente en una acera desconocida y me despedí de BLACK como quién se despide de una ilusión transitoria y desechable.



4.

«Descubrir el poder del azar es descubrir que somos terriblemente frágiles y vulnerables, que dependemos de la casualidad, que una coincidencia estúpida puede destrozarnos en un segundo»


Un viejo amigo fotógrafo pasaba por el país y me invitó a una presentación privada de unos fotolibros, mi vida pasaba por un momento oscuro, sin brújula ni foco, pero por alguna razón inexplicable algo me empujó a ir a esa presentación.  Esa noche me describieron como un "lobo solitario" que no podía dejar morir tanto trabajo, y hacer un libro era la única solución. El idioma del azar nuevamente lo cambió todo. Para bien o para mal, sentí que no tenía elección.

Solo cuando estás en el fondo del mar, entiendes que llega la hora de salir a flote y ponerte a salvo en la orilla.


5.

¿Para qué quieres hacer un libro?, ¿qué se hace con él?

Nivelar una mesa con una pata coja, apoyar una lámpara, usarlo como coffee table, llenar un espacio vacío en la biblioteca, que sirva de bandeja, que lo herede un hijo como documento contra el olvido...que ta haga feliz.

Cualquier respuesta es válida, lo importante es tener en cuenta que es un proceso largo y complicado que solo funcionará si te rodeas de personas que conozcan el tema y que estén alineados con tu creación.

Un café en la cocina de la diseñadora fue mi punto de partida, sin mentiras de fechas de entrega, sin apuros ni promesas edulcoradas. Un libro está listo sólo cuando él lo decide, es una gestación natural en papel y tinta, en ideas consensuadas. Cuando te planteas hacer un libro, entiendes que las fotos ya no son tuyas, empiezan a armarse con su propia voz, con sus propios contrastes, con su propia piel.

Tonos cálidos, tritonos de mis tormentos.

Hilo rojo, ¿es acaso una casualidad?, no lo sé, porque mi memoria había olvidado  El Cuaderno Rojo, un libro capital para entender la obra de Auster y sus casualidades.


«Hace menos de dos meses, descubrí que los libros no se terminan nunca, que es posible que las historias continúen escribiéndose a sí mismas sin autor.»


6.

A mi no me gusta(ba) Madrid. 


Yo solo iba a imprimir mi libro al país de las últimas cosas.

En la imprenta Brizzolis descubrí un mundo sorprendente, me enamoré del olor a tinta de las máquinas que escupían papel de una manera endemoniada. Ese día tomé mucha Coca Cola mientras me preguntaba cómo fui a parar ahí.

Ver tus fotos apiladas en paletas de madera es una sensación extraña, en mi caso fue entender que las experiencias de un fotógrafo documental funcionan como una especie de cuadro de bifrontismo; la bendición y la maldición de lo visto y la casualidad de haber estado ahí, en el momento preciso para hacer la foto...ni antes ni después.

¿Qué hace que una ciudad te guste?, creo que son muchas cosas, pero sin duda el azar de lo que te ocurra ahí, marca un punto de partida.

Invité una vieja amiga a tomar unas cervezas, alguien muy conectada con la movida fotográfica europea. Le gustó el libro y me ofreció presentarlo en Madrid...el azar de unas cervezas le dio un giro inesperado a mi trabajo. Lo catapultó a niveles que nunca pude haber siquiera soñado.


Algunos años atrás tuve una terapeuta que siempre me repetía una frase como una especie de mantra, de afirmación karmática y esotérica:

Nada es casual, todo es causal.


Hace poco me enteré que sufría de Alzheimer.














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