Las playas de Escocia son un Oxímoron
Cierra los ojos, dime cuál es el color de tu playa, dime dónde habitan tus orillas y profundidades, dibújame la sombra de tu palmera favorita.
Podríamos aseverar que con pequeñas diferencias, casi todos tenemos la misma imagen, pero no es así. Hoy conocí una playa al norte de Edimburgo, una playa que no es una playa, es un oxímoron.
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Portobello Beach. Edimburgo |
Una playa sin palmeras ni Tequila, una playa donde corres descalzo en su arena congelada como un faquir huyendo de sus clavos, un mar que no conoce sus propias mareas porque no tiene nadadores buscando abismos. Una playa donde se toma chocolate caliente en vez de cerveza. No hay cavas ni sombrillas, no hace falta protector solar porque aquí la lluvia repica en tus ojos sin descanso hasta dejarte una tenue cortina de alquitrán en la mirada.
Es macabra como un cuervo en un bautizo blanco, silenciosa como una fuga de amor en el medio de una noche quieta.
Es una playa definitiva y en blanco y negro
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Portobello Beach. Edimburgo |
Me gustan los oxímorones porque juegan con la dualidad de la percepción, nos pone a prueba, nos confronta.
Un mar donde nadie se baña
Una arena que no te quema los pies
Un sol con problemas de autoestima
Una nube que ladra pero no muerde
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Portobello Beach. Edimburgo |
Amé la mañana de esta playa, llena de silencios, de una atmósfera muy íntima y reflexiva, me mojé los pies en la orilla helada, me desprendí de culpas, comencé a cerrar ciclos y convertí el adiós en un verbo necesario.
Hay sitios donde no hace falta volver porque se quedan para siempre en nuestra piel.
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