Edimburgo


"I was walking in the park

Dreaming of a spark

When I heard the sprinklers whisper

Shimmer in the haze of summer lawns.

Then I heard the children singing

They were running through the rainbows.
They were singing a song for you
Well it seemed to be a song for you
The one I wanted to write for you
Lavenders blue, dilly dilly, lavenders green
When I am king, dilly dilly
You will be queen
A penny for your thoughts my dear
A penny for your thoughts my dear
I.o.u. for your love"

Las referencias más claras que he tenido por muchos años sobre esta ciudad, son básicamente musicales. Crecí bajo el manto de las líricas de Fish cuando era el líder de la banda escocesa Marillion. Me enamoré y me despeché con el olor de las lavandas en tu pelo... y al final de una barra, al lado del ángel roto, me quedé bebiendo un Ruso blanco mientras observaba como se disolvían lo ratones de azúcar en la lluvia.

Las primeras 24 horas en esta ciudad me han seducido a su antojo, por una sencilla razón: me gusta perderme en las ciudades que parecen laberintos de calles estrechas que se van multiplicando caprichosamente.




Esta pequeña ciudad pareciera estar dividida en dos mitades que confluyen en sus extremos. La ciudad antigua, de arquitectura medieval, y la ciudad nueva, predominantemente neoclásica, inundada de tiendas y restaurantes para todos los gustos.

Ambos dorsos de esta ciudad, tienen en común los Pubs, que te invitan a beber toda la cerveza que puedas. Llegar hasta aquí y no dedicarse a eso, es como ir a Italia y no comerse una pizza.




Los escoceses son muy supersticiosos, el símbolo animal de la ciudad es el mitológico unicornio, continuamente sometido por el león Inglés, que según ellos, tarde o temprano, se liberará de sus garras imperiales. Creen en los fantasmas de sus ciudadanos que fueron asesinados, ahorcados y hasta cocinados para comérselos.





A pesar de ser una ciudad nórdica y fría, tengo la impresión que sus habitantes están siempre de buen humor y están bastante chiflados... beber whiskey y cervezas mientras se escucha buena música; esa debe ser la razón de tanta felicidad.



Este viaje comienza aquí, bajo una fina capa de lluvia continua y amable, recorriendo calles empedradas y conociendo gente fascinante.

Edinburgo se me parece bastante a la capital del fin del mundo,  una ciudad de murallas y confines, de robles y lavandas... un sitio donde uno tropieza por el azar de la fortuna, donde sientes que no existe nada más allá a donde ir, porque llegaste al final, al lado del "angel roto"





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